El Caldero de la Bruja

En este caldero echaré un poco de fantasía, un poco de ci-fi, y un mucho de todo aquéllo que me gusta.

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Lugar: A Coruña, A Coruña, Spain

11.12.06

Las aventuras de Ibn Fadlan

Ahmed Ibn Fadlan fue un cronista persa enviado por el Califa de Bagdad con una embajada al Rey del Búlgaros, en el año 921, en una región del Volga. Allí escribió todo aquello que vio y escuchó a lo largo del viaje, cosa que ha sido de gran ayuda para los historiadores actuales, aunque siempre teniendo en cuenta los posibles prejuicios propios de un Ibn Fadlan habituado a unas costumbres palaciegas de una de las sociedades más refinadas de la época.
Para aquéllos a quienes les suene el nombre o algo de lo que relata el persa, hay una explicación: es la otra fuente de información que utilizó Michael Crichton a la hora de escribir "Los Devoradores de Cadáveres", la novela en la que se basó la película protagonizada por Antonio Banderas y Vladimir Kulic "El Guerrero número 13".
Gran parte de su crónica está dedicada a los vikingos, que se encontraban allí para comerciar, a los que llama Rus; tal es el nombre que los nórdicos recibieron en Oriente y que daría lugar al nombre de Rusia, reino que ellos fundaron con base en la ciudad de Kiev.
Ibn Fadlan se asombra por la perfección física de aquello hombres altos, fuertes, de piel muy blanca y rubios o pelirrojos, que vestían unos atuendos para él desconocidos. No menos estupefacto quedó con las armas que aquellos hombres portaban (hachas arrojadizas o espadas rectas y acanaladas) o los tatuajes que cubrían sus brazos de color verde oscuro. En aquel viaje, posiblemente de manera extraordinaria, les acompañaban sus esposas, que llevaban prendida en su túnica una cajita metálica, cuyo valor indicaba la riqueza de su esposo, además de unos caros collares de oro y plata. Se extraña así mismo el cronista del precio exagerado que llegan a pagar estos mercaderes por las cuentas de vidrio con que también se adornan sus mujeres.
Pero no todas las observaciones resultan positivas o tan siquiera indiferentes. Al parecer, la higiene no ocupaba un valor muy importante entre aquella gente. "Son las criaturas más asquerosas que Dios ha creado", escribe el persa. El caso es que los vikingos no se lavaban después de mantener relaciones sexuales ni después de comer, y eso resultaba inexcusable para un musulmán; por las mañanas si que se lavaban, pero he aquí un nuevo motivo de queja, ya que todos lo hacen en la misma palangana, cuando las normas islámicas decían que el agua con que alguien se lava (purifica) no debe tocar a nadie más.
Si alguno de ellos caía enfermo se apartaba del grupo a una tienda de campaña, alimentándose sólo de pan y agua, sin que los demás fuesen tan siquiera a visitarlo; si se recuperaba, volvía con los demás; si moría, lo incineraban. En caso de que fuese un esclavo, tenía más posibilidades de que fuese comido por los perros o por los buitres.
El rey de los Rus tenía en su palacio 400 hombres: los mejores guerreros y los que merecían su confianza, capaces de morir por él. Cada uno de ellos tenía dos esclavas, una que le servía la comida y otra con la que dormía. Aquí otra de las costumbres inexcusables: a veces el rey no dudaba en desfogarse con alguna de sus cuarenta esclavas sin bajarse siquiera del trono, y sin importar quien estuviese mirando. "Son como asnos salvajes", es la conclusión del persa.
Cuando los Rus desembarcaban, lo primero que hacían era clavar una especie de poste con una cara labrada, ante la que se postraban invocando a alguno de sus dioses, al que piden que llegue algún mercader con muchos dinares y con ganas de comprarle las mercancías que ellos han traído desde tan lejos. Dejan una ofrenda a su dios, cosa que volverán a repetir otros días en caso de que las transacciones comerciales no salgan como desea. En cambio, si todo a salido a pedir de boca, les ofrecen un sacrificio en toda regla, dejando parte de la carne ante los ídolos y clavando la cabeza de los animales en estacas.
Especial relevancia en la crónica de Ibn Fadlan tiene la ceremonia de cremación de un personaje importante, debido a la minuciosidad con que la describe. No hay ningún otro escrito que pormenorice tanto un ritual funerario vikingo.
Primero hacen un entierro preliminar del cadáver y lo mantienen así durante diez días; mientras tanto, los familiares del difunto preguntan a sus esclavas quien quiere acompañar a su amo al más allá. La esclava que se presenta voluntaria recibe un tratamiento especial que la mantiene en un permanente estado de felicidad; se pone todo tipo de adornos, bebe, canta y se entrega a los hombres, mientras las demás preparan la ropa que el muerto llevará más tarde. Estas ropas son muy importantes en el ritual; para hacerlas se han apartado un tercio de los bienes dejados por el difunto; otra parte es para la familia y la restante para comprar la hidromiel que se consumirá durante las ceremonias de esos días, que llegan a adquirir carácter orgiástico.
Los amigos del muerto llevan su barco a tierra, varándolo sobre unos soportes de madera, y acampan a su alrededor. Entonces entra en escena una anciana de aspecto más bien siniestro a quien llaman el ángel de la muerte, que viste al muerto, tras ser sacado de la tumba, con la lujosa ropa nueva. Los amigos lo suben al barco y lo acuestan dentro de una tienda de campaña, sobre mantas y cojines. A su lado van depositando comida y bebida, además de sus armas. Fuera del barco, descuartizan su perro y sus dos caballos, así como dos bueyes, un gallo y una gallina, echando los pedazos sobre la cubierta del barco. Mientras tanto, la esclava recorre sucesivamente las tiendas de los amigos del muerto y mantiene relaciones sexuales con ellos, cosa que es considerada como un homenaje especial que estos hacen al difunto. Ella protagoniza después un pequeño ritual en que es alzada sobre un armazón de madera y, mirando a lo lejos, dice ver a sus padres, a su parientes muertos y por fin a su señor que la llama. La suben al barco y le dan varias veces de beber hidromiel, cuyos efectos le hacen cantar y despedirse de sus seres queridos. La anciana la mete en la tienda y los hombres que permanecen cerca del barco golpean sus escudos con las lanzas, provocando un ruido ensordecedor. Seis de ellos entran también en la tienda y mantienen con la esclava una nueva sesión de sexo antes de que cumpla con su misión; finalmente la vieja le clava un cuchillo mientras dos de los hombres la estrangulan con un cordón. Después, el pariente más próximo del difunto, desnudo y caminando de espaldas, tira una antorcha a la leña amontonada bajo el barco; los demás amplían la hoguera con su propias antorchas. Aproximadamente una hora después, cuando todo ha quedado reducido a cenizas, erigen sobre ellas un montículo y sobre él un poste donde graban con runas el nombre del muerto y el de su rey. El funeral termina con la borrachera general de todos los asistentes, sin ningún tipo de muestras de dolor.
Ante la extrañeza del persa por el hecho en sí de la cremación, a parte del resto de parafernalia, un vikingo le increpa con la costumbre de los musulmanes de poner a los muertos bajo tierra, donde los gusanos los devorarán.

Información extraída de El Drakkar.

3 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Pues Me parece perfecto.
El dia que yo la palme, que mis amigos se emborrachen y monten una fiesta de esa magnitud.

martes, diciembre 12, 2006 6:27:00 p. m.  
Blogger Clementine ha dicho...

Ibn Batuta...ese si que se metía buenos viajes... :P

Tanto tiempo sin actualizar y ahora no paras de publicar, no doy abasto!! ;)

miércoles, diciembre 13, 2006 11:28:00 a. m.  
Blogger Maz ha dicho...

Es lo que tiene estar más o menos instalada... aunque aún no tenemos internet en casa, uso la conexión de mis suegros :P.

miércoles, diciembre 13, 2006 2:44:00 p. m.  

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