El Caldero de la Bruja

En este caldero echaré un poco de fantasía, un poco de ci-fi, y un mucho de todo aquéllo que me gusta.

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Lugar: A Coruña, A Coruña, Spain

27.3.06

Los Caballeros del Templo de Jerusalem (III y última parte)

Cuando encendió de nuevo el mechero, más enfurecido que nunca por la bromita, vio una figuras que se alejaban hacia su derecha. ¡De modo que allí estaban...!. ¡Se iban a enterar!. Y se echó a andar tras ellos. Iba despacito para que no lo oyeran, pero él sí que oía sus pasos delante suyo. Ellos conocían el sitio tan bien que no necesitaban luz para caminar entre las ruinas.
De pronto un golpe de viento abrió la vieja ventana que había a su lado, y la lluvia le golpeó el rostro, apagándole el mechero mientras un rayo lo iluminaba todo.
Maldijo en voz baja y continuó caminando. Ya no oía sus pasos, y el mechero no se encendía. ¡Vaya una perra suerte!. Pero un poco más adelante encontró una puerta abierta que daba al exterior. Salió fuera para ver si estaban allí. Miró hacia los lados. La lluvia comenzaba a resbalarle por la cara. Seguro que ésa era otra de las suyas. Al volverse para entrar de nuevo, la puerta se cerró de golpe. ¡Malditos...!. Así que iban a dejarle allí fuera mojándose como un idiota. ¿Qué era?. ¿Otro truco para que perdiera la apuesta?. Se rió del miedo que había pasado allá abajo. ¡Qué estúpido había sido!. Pero no iba a quedarse allí mojándose, ¡de eso nada!. Y se echó a andar rodeando el monasterio para llegar a la puerta principal.
Al girar la esquina los vio de nuevo. Los tres cubiertos con capas blancas, y se metían por una puerta de un edificio que sobresalía del resto del monasterio. ¿Entonces quién había cerrado la puerta?. El viento, se dijo. Después de todo, el único idiota voy a ser yo. Y se encaminó hacia allí.
La puerta daba a un pasillo, y el pasillo a la parte posterior de lo que había sido un altar. Los rayos iluminaban de vez en cuando las majestuosas vidrieras de una pequeña capilla. Debía haber sido preciosa unos cuantos siglos antes. ¡Malditos curas!. Seguro que vivían como reyes sangrando a los pobre campesinos de la zona.
Se sintió maravillado por los candelabros y los restos de las figuras de santos. La gente había sido tan estúpida como para no mirar nunca en el interior de la capilla. Podría sacar bastante dinero si vendía todo aquello. De pronto se acordó de por qué estaba allí. Miró alrededor y no los vio.
-¡Chicos, salid ya, os he descubierto!.
Pero no salió nadie.
-¡Vamos, no seáis críos!.
Nada de nuevo. Y de pronto, los candelabros se encendieron. Miró a su alrededor buscándolos. Y de nuevo el susurro pronunció su nombre. Y él seguía dando vueltas sobre sí mismo mientras unos pasos metálicos se le acercaban y su nombre sonaba cada vez más cerca. Estaba en medio del pasillo que llevaba al altar, atónito, sin comprender nada, sólo que el corazón le iba cada vez más rápido y que aquello no tenía sentido.
De pronto se abrió la puerta de la capilla y un viento gélido apagó todas las luces, y se quedó allí quieto mirando a la puerta. Entonces algo frío le tocó el hombro, algo como una espada.
-¡Ey, chicos, vaya broma!.-dijo girándose.

Los tres iban corriendo bajo la lluvia con las largas capas empapadas. Se acercaban a la puerta principal del monasterio cuando oyeron el grito que venía de la parte posterior del edificio. Corrieron hacia allí. Él debía de haber encontrado la puerta de atrás. Seguro que estaba muerto de miedo, y ellos no habían hecho nada. No habían podido poner en marcha su plan porque la lluvia les había cogido de camino y habían tenido que guarecerse en una pequeña cabaña en el bosque. Cuando llegaron, la puerta de atrás de la capilla estaba abierta. Entraron, miraron el desvencijado interior y no vieron nada; tan sólo estaban los restos podridos de los bancos, y el viento y la lluvia entraban por las rotas vidrieras.
Lo buscaron en el monasterio, pero no lo vieron, y supusieron que se había ido a casa. Sin embargo, al día siguiente, los padres del muchacho no sabían en dónde estaba. Y no regresó en los días posteriores, y nadie supo nunca a dónde había ido ni si aquel grito había sido suyo.

3 comentarios:

Blogger DesiTur ha dicho...

Diossss, pobre chaval :S Y yo que pensaba que los fantasmas eran inofensivos... pero claro, ¡incluso entre los fantasmas hay clases!

Aquí vuelve a haber dejes gallegos (No pudieran poner en marcha su plan porque la lluvia les cogiera de camino y tuvieran que guarecerse en una pequeña cabaña en el bosque), pero claro, como bien dices eso demuestra que no está retocado, que así escribías a esa edad... bravo Maz, me encanta la agilidad de la historia y la intriga con que la fuiste desarrollando.

martes, marzo 28, 2006 1:10:00 p. m.  
Blogger Maz ha dicho...

XDDDDD
Intentaré corregirlo, porque no lo hice cuando lo pasé a Word hace cosa de cuatro años, y sí, hay muchas cosas de ese estilo. A ver si le doy un retoque más tarde XD.

martes, marzo 28, 2006 1:16:00 p. m.  
Blogger Maz ha dicho...

¡Ala! Se me olvidó decir que ya había corregido el cuento :P.
Pues eso. ^_^

martes, marzo 28, 2006 6:28:00 p. m.  

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