La Primera Huelga de la Historia
Aunque cueste creerlo, esto de las huelgas por falta de pago es más antiguo de lo que la gente piensa.
Retrotraigámonos a la Antigüedad, a un entorno desértico a orillas de un río más que famoso, junto a un Valle, descanso de soberanos de una de las tierras más admiradas y hasta temidas en su época. Concretamente, nos encontramos en el poblado conocido como Per-Demi, en el año XXIX del reinado de Usr-Maat-Ra Mery-Amon Rameses Heqa Iunu (Poderosa es la Justicia de Ra, Amado de Amon, Nacido de Ra, Señor de Heliópolis), o lo que es lo mismo: Ramsés III. El rey ha sido un gran rey, un buen político, un magnífico guerrero que ha sido capaz de vencer a los enemigos de Kemet, la Tierra Negra, Egipto, en dos frentes distintos: por tierra frente a los libios llegados del oeste, por mar contra los Pueblos del Mar llegados del este. Sin embargo, esas mismas batallas así como la mala administración del Estado (no se puede tener todo, ni ser el gobernante perfecto) han hecho que con el tiempo, las arcas gubernamentales estén bajo mínimos. Esto repercute terriblemente en el pueblo: si no hay dinero no hay pagos, si no hay pagos el hambre y la enfermedad azotan a la población...
Los obreros de la Ciudad de los Artesanos, los que viven junto al magnífico Valle de los Reyes de la construcción de las moradas occidentales* de los soberanos, trabajan día tras día desde hace tiempo sin percibir su salario (que consistía en cinco sacos y medio de grano al mes, junto con otras verduras, ropa, y útiles similares para su vida cotidiana). Con algunos retrasos de más de veinte días en los pagos, la gente empieza a verse acuciada por el hambre.
El día XXI del mes II de este año XXIX, uno de los obreros escribe a su rey quejándose:
"Tenemos hambre, han pasado 18 días de este mes... hemos venido aquí empujados por el hambre y por la sed; no tenemos vestidos, ni grasa, ni pescado, ni legumbres. Escriban esto al faraón, nuestro buen señor y al Visir nuestro jefe, ¡qué nos den nuestro sustento!".
La mala fortuna quiso que estas palabras no llegasen a oídos ni del Visir ni del rey, pues se encontraban en el Delta preparando la celebración del Festibal Heb-Sed en el que Ramsés III renovaría sus capacidades como gobernante; así que el pago siguió atrasándose indefinidamente, hasta que llevados por la desesperación, los obreros dejaron sus puestos de trabajo durante varios días. Se sabe que estos problemas se solaparon con el intento de asesinato del rey por parte de su harén; incluso se habla de una posible insurrección que habría sido organizada por varios altos mandos, convencidos o seducidos por las concubinas de Ramsés. Eso restó importancia, claramente, a las peticiones de los obreros; probablemente, el rey jamás se enteró de sus peticiones o de sus quejas.
Se sabe que los obreros (canteros, carpinteros, dibujantes, contramaestres,...) fueron liderados por el escriba Patuera, que los llevó desde su lugar de trabajo entre las tumbas del Valle de los Reyes, hasta el sitio donde se alzaba el Ramesseum. Gritando: "Tenemos hambre y sed" ocuparon los locales de la zona, pidiendo el salario que les correspondía por su trabajo. Al segundo día de levantamiento, el jefe de policía local, Menetmeses, fue a informar en persona al alcalde de Tebas de lo que estaba sucediendo junto al templo del faraón; mientras tanto, los huelguistas consiguieron algo de pan en el interior del Ramesseum para aplacar durante unas horas el hambre que les acuciaba. Así tomaron nuevas fuerzas para seguir un día más con sus protestas, intentando enviar a Pateura a pedirle al rey que pagase a sus trabajadores.
Los sacerdotes, que en sus graneros mantenían la buena cosecha de ese año, hicieron finalmente caso a los gritos de los obreros hambrientos -ellos solían tener en su poder el grano almacenado, para repartirlo cuando hiciese falta; así que les pagaron cuatro sacos de trigo y uno y medio de cebada a cada obrero, como les correspondía, poniendo fin a la primera huelga de la historia.
*Se suponía que los muertos vivían en el Occidente, de ahí que las tumbas en Egipto estén todas en la parte oeste del río, y que Osiris sea conocido como Señor de los Occidentales.
Retrotraigámonos a la Antigüedad, a un entorno desértico a orillas de un río más que famoso, junto a un Valle, descanso de soberanos de una de las tierras más admiradas y hasta temidas en su época. Concretamente, nos encontramos en el poblado conocido como Per-Demi, en el año XXIX del reinado de Usr-Maat-Ra Mery-Amon Rameses Heqa Iunu (Poderosa es la Justicia de Ra, Amado de Amon, Nacido de Ra, Señor de Heliópolis), o lo que es lo mismo: Ramsés III. El rey ha sido un gran rey, un buen político, un magnífico guerrero que ha sido capaz de vencer a los enemigos de Kemet, la Tierra Negra, Egipto, en dos frentes distintos: por tierra frente a los libios llegados del oeste, por mar contra los Pueblos del Mar llegados del este. Sin embargo, esas mismas batallas así como la mala administración del Estado (no se puede tener todo, ni ser el gobernante perfecto) han hecho que con el tiempo, las arcas gubernamentales estén bajo mínimos. Esto repercute terriblemente en el pueblo: si no hay dinero no hay pagos, si no hay pagos el hambre y la enfermedad azotan a la población...
Los obreros de la Ciudad de los Artesanos, los que viven junto al magnífico Valle de los Reyes de la construcción de las moradas occidentales* de los soberanos, trabajan día tras día desde hace tiempo sin percibir su salario (que consistía en cinco sacos y medio de grano al mes, junto con otras verduras, ropa, y útiles similares para su vida cotidiana). Con algunos retrasos de más de veinte días en los pagos, la gente empieza a verse acuciada por el hambre.
El día XXI del mes II de este año XXIX, uno de los obreros escribe a su rey quejándose:
"Tenemos hambre, han pasado 18 días de este mes... hemos venido aquí empujados por el hambre y por la sed; no tenemos vestidos, ni grasa, ni pescado, ni legumbres. Escriban esto al faraón, nuestro buen señor y al Visir nuestro jefe, ¡qué nos den nuestro sustento!".
La mala fortuna quiso que estas palabras no llegasen a oídos ni del Visir ni del rey, pues se encontraban en el Delta preparando la celebración del Festibal Heb-Sed en el que Ramsés III renovaría sus capacidades como gobernante; así que el pago siguió atrasándose indefinidamente, hasta que llevados por la desesperación, los obreros dejaron sus puestos de trabajo durante varios días. Se sabe que estos problemas se solaparon con el intento de asesinato del rey por parte de su harén; incluso se habla de una posible insurrección que habría sido organizada por varios altos mandos, convencidos o seducidos por las concubinas de Ramsés. Eso restó importancia, claramente, a las peticiones de los obreros; probablemente, el rey jamás se enteró de sus peticiones o de sus quejas.
Se sabe que los obreros (canteros, carpinteros, dibujantes, contramaestres,...) fueron liderados por el escriba Patuera, que los llevó desde su lugar de trabajo entre las tumbas del Valle de los Reyes, hasta el sitio donde se alzaba el Ramesseum. Gritando: "Tenemos hambre y sed" ocuparon los locales de la zona, pidiendo el salario que les correspondía por su trabajo. Al segundo día de levantamiento, el jefe de policía local, Menetmeses, fue a informar en persona al alcalde de Tebas de lo que estaba sucediendo junto al templo del faraón; mientras tanto, los huelguistas consiguieron algo de pan en el interior del Ramesseum para aplacar durante unas horas el hambre que les acuciaba. Así tomaron nuevas fuerzas para seguir un día más con sus protestas, intentando enviar a Pateura a pedirle al rey que pagase a sus trabajadores.
Los sacerdotes, que en sus graneros mantenían la buena cosecha de ese año, hicieron finalmente caso a los gritos de los obreros hambrientos -ellos solían tener en su poder el grano almacenado, para repartirlo cuando hiciese falta; así que les pagaron cuatro sacos de trigo y uno y medio de cebada a cada obrero, como les correspondía, poniendo fin a la primera huelga de la historia.
*Se suponía que los muertos vivían en el Occidente, de ahí que las tumbas en Egipto estén todas en la parte oeste del río, y que Osiris sea conocido como Señor de los Occidentales.
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